Laura Madrueño: “Me da miedo que la vida sea aburrida después de ‘Supervivientes”
La comunicadora, ‘mujer del tiempo’, escritora y documentalista de vida submarina, aborda su tercera temporada como presentadora del ‘reality’ más visto con el aplomo de quien domina el medio: “esta playa es mía: me la he ganado a pulso”.


Accede inmediatamente a la entrevista, cosa insólita en otras estrellas de la tele, a pesar de su infernal agenda en el paraíso de los Cayos Cochinos, en Honduras, donde lleva viviendo y presentando Supervivientes un mes largo, y los que le quedan. Hablamos por videollamada a sus 10 de la mañana y mis 6 de la tarde por la misma diferencia horaria que la trae a mal traer por las limitaciones para poder comunicarse con fluidez con su familia. A la hora convenida, Madrueño aparece en pantalla a cara y cabellera lavada, camiseta marinera y una sonrisa que no le cabe en el rostro. De fondo, los típicos muebles de bambú y tapicería clara de una villa de vacaciones caribeña, su “casa” estas semanas. Aunque dentro los ventiladores del techo funcionan a pleno rendimiento, fuera un temporal de órdago amenaza con desbaratar la escaleta del concurso y la rutina de los concursantes. Ella parece tranquila. De tenerla, lleva la procesión por dentro.
Con usted llegó la tormenta.
Bueno, más bien es al revés porque, desde que me fui de España, no habéis dejado de tener una borrasca de alto impacto detrás de otra. La última, Olivier, os va a pasar por agua la primera parte de Semana Santa. Luego, [la entrevista se realizó el 8 de abril] habrá que ir afinando el pronóstico día a día.
Ahí ha hablado su faceta de ‘mujer del tiempo’. ¿La echa de menos?
No se puede estar en misa y repicando, pero, vamos, aquí también estoy pendiente del tiempo todo el rato. Lo he estado desde que recuerdo. Mis abuelos eran gente de campo, de la sierra de Gredos, y a mis padres les encantaba el mar. Entonces, siempre he mirado al cielo, al mar y a la montaña y me ha interesado el tiempo. Siempre he necesitado esa conexión con la naturaleza.
Hace dos años, ante su debú en ‘Supervivientes’, después de la etapa de Lara Álvarez, confesó estar muerta de miedo ante el desafío Ahora, se la ve exultante. ¿Ya se lo ha quitado?
Me emociona lo que dices porque es cierto que la primera vez que llegué a la playa donde hacemos los juegos del programa, quise huir del vértigo que me daba. El director me gritaba, para animarme: “¿de quién es esa playa?” y a mí se me caían las lágrimas, porque me moría de miedo. Pero, aunque sigo aprendiendo, he trabajado tanto, tantísimo, que me he ganado a pulso decir que sí, esta es mi playa.
Pero usted vive en una villa y no pasa hambre. ¿Tan duro es presentar el programa?
Durísimo. Son cuatro horas en directo, tienes que estar con mil ojos porque los supervivientes intentan hacerte trampas, el viento te vuelve tarumba, el calor, con días de más de 40 grados y un 85% de humedad te tumba. Es un trabajo físico y mental agotador, porque hago el programa a pelo: a tientas y a ciegas. Apoyada por un equipo increíble, pero, al final, estás sola delante de una cámara que ni ves y tienes que transmitir que todo está en orden. Aún estoy aprendiendo a gestionar esa adrenalina que no he tenido en mi vida.
¿Y cómo se desfoga?
Haciendo deporte, buceando en mi único día libre, leyendo y disfrutando de la calma. Aquí aprendes que no te hacen falta tantas cosas para ser feliz. No tenemos nada. Hasta cuando es el cumpleaños de alguien del equipo, le hacemos dibujos o manualidades como regalo, esa vuelta a lo simple es maravillosa.
¿Qué ha aprendido de flora y fauna humana en ‘Supervivientes’?
Es fascinante, la verdad. Soy una persona muy observadora y, a medida que creces, aprendes a leer a las personas. Este concurso es una experiencia tan real que saca lo mejor y lo peor del ser humano. Para mí, lo más bonito es vivir la evolución de cada uno. Son vivencias tan extremas: pasar hambre y, sobre todo, sueño, por los bichos, por el sonido constante del mar, sentirse solos. Entran como personajes y salen como personas. Eso es lo que me engancha de este programa. Verlos pelearse por un grano de arroz, ver a alguien que no ha comido en semanas y se queda sin poder comer un mordisco de pastel porque no ha ganado una prueba en lo que lo ha dado todo, crea una empatía que es la gran baza del programa.
¿Cuánto tardan en ‘brotar’ las personas tras los personajes?
Depende mucho del personaje, y de las horas de tele que lleve a cuestas. Cuanta menos tele, más transparentes. Pero, a las tres o cuatro semanas, sucede eso tan bonito de que a los que quedan les hace clic la cabeza, se olvidan del mundo, son ellos mismos y se convierten en verdaderos supervivientes. Esto es mucho más que un juego. ¿Cuándo has llorado tú por hambre? Pues ellos lloran, y ahí no hay personaje que valga.
¿Cuánto duraría usted en esas condiciones?
Creo que sería una buena superviviente porque me gustan la naturaleza y el mar, buceo desde niña, se me daría bien pescar, soy muy poco materialista y no necesito mucho para ser feliz. Llevaría peor la convivencia y dormir en el suelo, seguro.
Usted es la hija única de una familia acomodada. ¿A qué cosas ha sobrevivido, o se ha sobrepuesto, en la vida?
“Milicia es la vida sobre la tierra”, decía Unamuno. Cada uno a su escala tiene decenas de conflictos diarios que gestionar y que te ponen a prueba. Una de las cosas más difíciles de estar aquí, para todos, es volver a la vida real y, de hecho, una de las cosas que me dan más miedo es que la vida sea aburrida después de Supervivientes.
¿Una no se aburre en el paraíso?
A ver, una echa de menos muchas cosas de su casa, pero trabajas tanto que no te da tiempo de aburrirte. Te sientes sola. Echo mucho de menos a mi marido, a mi familia, a mis amigos. Pero disfruto muchísimo también. Creo que hacer este programa sería muy difícil para alguien que no disfrute de la naturaleza porque estamos en plena selva, rodeados de iguanas y todo tipo de bichos. Yo veo cada día tortugas desde el helicóptero. Llego todos los días fascinada. Eso es impagable.
¿Qué quería ser de pequeña?
Mis padres siempre me dieron mucha libertad y, aunque yo quería estudiar Filosofía, una profesora mía, que me encantaría que me leyera: Maite Pascualina, se fijó en mí y me dijo que tenía que estudiar algo relacionado con la comunicación. Le hice caso, estudié comunicación audiovisual porque me gustaba la fotografía y los documentales, pero empecé a trabajar en informativos de la tele y, aunque nunca pensé estar delante de las cámaras, acabé dando las noticias y el tiempo.
¿Sigue la actualidad informativa? ¿Cómo ha vivido allí el ‘arancelazo’ de Trump, por ejemplo?
Pues la verdad es que nos queda un poco, o un mucho, ajeno. Estamos en una burbuja y te metes tanto dentro que es como si no fuera contigo. Este año, intento estar más en contacto con España porque el año pasado la vuelta fue durísima.
El equipo del programa, concursantes incluidos, no deja de ser un grupo de privilegiados del Primer Mundo jugando a sobrevivir en Honduras, un país muy desigual. ¿Conoce la otra cara del paraíso?
Eso es cierto. Pero lo mejor de Honduras es su gente. Gran parte del equipo son personas de aquí, siempre alegres y amables. Cuando podemos, salimos a visitar pueblos y eso te permite tener perspectiva y valorar lo afortunados que somos. Una de las enseñanzas que me llevo de Honduras es que no nos hace falta casi nada material ni todas esas cosas que creemos tan necesarias en el Primer Mundo.
Pues, para no necesitar nada material, su estilista ha agotado los catálogos de todas las marcas de baño para vestirla a usted para las galas. ¿Cuántos tienen? ¿300?
Ja, ja, ja. Tendría que preguntarlo, pero yo creo que más. Y no te imaginas la cantidad de joyas y complementos. Mi estilista, Susana, y yo jugamos a construir looks divertidos y bonitos. Yo no me maquillo en mi vida diaria, cuando estaba en informativos me maquillaba lo justo, pero todo este juego de los biquinis, los peinados y los estilismos forma parte del show y confieso que el verme así, espectacular, también viene muy bien para venirme arriba y aguantar la tralla.
Confiese: ¿a solas, echa de menos o de más a los concursantes?
Les cojo muchísimo cariño, porque los ves pasarlas de todos los colores. Para ellos, soy su con el exterior, como una especie de mami. A veces, en el directo, me abrazan y se me echan encima diciéndome lo bien que huelo, porque se les agudizan muchísimo los sentidos y ellos llevan mucho tiempo sin perfumarse. Me fascina, también, lo guapos y guapas que se ponen, sobre todo las mujeres. Es una belleza salvaje y maravillosa, sin maquillar, con la piel y el pelo dorados por el sol. Mucho más guapas que luego cuando las ves en Madrid, megamaquilladas en el plató.
¿Qué hará estas vacaciones? No me diga que viajará al Caribe.
Pues te vas a reír, pero sí. El año pasado me fui al mar Rojo, y otros, a Maldivas, porque lo que más me gusta del mundo es navegar y bucear. Entonces, mi plan soñado es estar dos o tres semanas en un barco navegando y buceando. Es la desconexión total, El fondo del mar me ha dado los mejores momentos de mi vida. La vida submarina me emociona, me ilusiona, me sorprende, me descoloca. Me da la oportunidad de sentirme niña otra vez.
¿Ha llorado de emoción bajo el agua?
Mucho. Y arriba, también. Lloro en las galas con los concursantes, lloro en casa porque echo de menos a los míos. Pero también me río muchísimo. A mí lo que más me gusta es reírme en la tele. Llevo desde los 21 años, cuando entré, pensando que a la tele le hace falta reírse más. Y en este programa soy yo, sin trampa ni cartón. En el primer programa, hace dos años, cuando oí la conexión del directo, la sentí como un latido, levanté los brazos porque no me cabía más ilusión dentro, y sigo haciéndolo porque así lo siento. Y cuando me vaya, volveré a llorar, seguro.
EL TIEMPO DE LAURA
Laura Madrueño Buenadicha (Madrid, 39 años), hija única de un matrimonio enamorado de la naturaleza y el buceo, iba para filósofa hasta que el olfato de una profesora, que le vio madera de comunicadora, consiguió encaminarla hacia el periodismo. Aunque lo que más le atraía del oficio era la fotografía y contar historias detrás de las cámaras, empezó a trabajar como redactora en los servicios informativos de Telecinco y se formó en locución ante hasta hacerse un lugar como 'mujer del tiempo' presentando la información meteorológica de la cadena durante años. Como escritora ha publicado el libro Somos agua y como documentalista ha firmado un documental sobre vida submarina, su gran pasión. Desde 2023 dio el salto al entretenimiento y presenta Supervivientes, el reality más visto de la televisión.
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